martes, 18 de noviembre de 2014

Domingo XXXIV T.O. Ciclo A - Mt. 25. 31- 46 - 23 Noviembre 2014


Lectio divina


Domingo XXXIV T.O. Ciclo A

Mt. 25. 31- 46

23 Noviembre 2014


ORACIÓN INICIAL

Cristo Rey…

Reinas desde la cruz, derramando tu sangre por nosotros.

Reinas en la verdad y la justicia, en la sencillez y la humildad,

en el amor incondicional, gratuito y desinteresado.

Reinas en el perdón y la misericordia, en los que son perseguidos,

en los que saben esperar contra toda esperanza.

Reinas en los que buscan tu reino y viven como hijos de Dios.

Reinas en los que muestran tu proyecto de amor en sus vidas y viven por ti y para ti.


TEXTO BÍBLICO Mt. 25. 31-46

El juicio final


            «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

            Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.

            Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.

            Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

            Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

            Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.

            Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».


LECTURA
¿Qué dice el texto?

                El año litúrgico concluye con la fiesta de CRISTO REY, en la que se anuncia y revela el destino final de toda la humanidad, cuando todo será colocado bajo los pies de Cristo, siendo reconocido como Aquel que da sentido pleno a toda la historia.

            Esta fiesta nos coloca de lleno en el plan de la salvación del Padre, que adquirirá su plenitud en la recapitulación de toda la creación en Cristo. Cuando el proyecto del Padre se realice plenamente podremos ver en plenitud aquello que Él quiso y soñó desde siempre para la humanidad.

            La fiesta de Cristo Rey es el anuncio escatológico de lo que será el final de toda nuestra vida y de la historia humana, cuando en Cristo alcancemos la plenitud y en Él tengamos la vida eterna, teniéndolo como nuestro Dios y Señor, por quien y en quien adoraremos al Padre, viviendo en Él y por Él, participando de su gloria por toda la eternidad.

            En esta perspectiva la liturgia nos presenta la parábola del Juicio final, donde el Señor va a ejercer su señorío juzgando y dando a cada uno de acuerdo a sus buenas obras.

            Este texto nos muestra que el juicio será el tiempo donde cada uno recibirá del Padre de acuerdo con lo que haya sembrado, según como haya vivido,  pues al final nos examinaran del Amor.

            En el texto el evangelista pretende ayudarnos a darnos cuenta de esta realidad que irremediablemente experimentaremos y de la necesidad de estar preparados para que el Señor no nos encuentre  con las manos y el corazón vacíos de buenas obras.

            Además este pasaje nos hace tomar conciencia de que a Dios lo encontramos en el hermano, en los que tenemos cerca. Él está en todos y en cada uno de los que se cruzan por nuestro quehacer de cada día y  necesitan de nuestra ayuda, pasan hambre o sed, están enfermos…

            De ahí la necesidad de estar atentos y darnos cuenta que el Señor está a nuestro lado y aprovechar la gracia de tenerle junto a nosotros.

MEDITACIÓN
¿Qué me dice el Señor en el texto?                     
              Miremos nuestra vida y veamos cómo estamos asumiendo las enseñanzas de Jesús y hasta que punto podemos llamarnos discípulos suyos.


·         Toda la vida cristiana se centra en “dejarse amar y amar. Dios es Amor” Debemos amarnos porque Él nos amó primero. ¿Estás aprendiendo a vivir desde el amor y para el amor?

·         “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” ¿Qué te supone saber que Dios te tiene preparado, antes de tu nacer, un reino de paz, de justicia, de amor..? Los que son recibidos en el reino, son los que tuvieron amor y misericordia con el prójimo, ¿cómo son tus actitudes de amor y misericordia? ¿Cómo actúas para ser recibido en el reino?

·         “Conmigo lo hicisteis”, “tampoco lo hicisteis conmigo;”Señor, ¿Cuándo te vimos…? ¿Reconoces su presencia en los hermanos, sobre todo en los más débiles, los más pobres, en el que te molesta, te incordia…? ¿Te limitas a saber los datos  sobre la pobreza sin acercarte a la realidad de los que sufren? ¿Tienes gestos de solidaridad y amor concretos para los que sufren y pasan necesidad? ¿Y tu comunidad de fe, tu grupo, tu familia…?     

                                                                                                                                                                

ORACIÓN
¿Qué respondo al Señor que me habla en el texto?

Señor, dame la gracia de verte presente en el que sufre y padece necesidad.

Tú que estás en los que sufren, hazme sensibles ante el dolor ajeno.

Quiero estar con los que experimentan el dolor, la carencia, la soledad…

Señor, que dé todo de mí para consolar, apoyar y acompañar a los que me rodean,

como Tú lo has hecho y sigues haciéndolo en medio de nosotros.

CONTEMPLACIÓN
¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el texto?

·        Contempla como Jesús te invita a tener la misma actitud que Él tuvo: amarte hasta el  extremo de dar su vida por ti. ¿Eres consciente de que al final de la vida serás examinado del amor que hayas repartido?

·        “Venid vosotros, benditos de mi Padre”. Jesús espera que le sigas y busques hacer en tu vida su proyecto de amor, que vivas con el corazón puesto en Él, pero con la mirada puesta en los que te rodean, amando y sirviendo como Él lo ha hecho.       

·        Hoy, ahí donde estás, con las personas con las que te relacionas, el Señor te pregunta: ¿Quiénes son los que necesitan de tu ayuda?, ¿Qué ayuda necesitan?, ¿qué haces por ellos?, ¿qué estás dispuesto a hacer?

·        El cristiano reacciona con toda su persona, tiempo y cualidades, ante el sufrimiento ajeno, para hacer todo lo que está de su parte por remediar las situaciones de dolor y marginación. Esta es la misericordia que, al final de la historia, atrae la bendición definitiva, la salvación total de Dios. ¿Te identificas con este cristiano?

ACCIÓN
¿A qué me comprometo?


·         Lleva a la oración este pensamiento de santa Teresa. “Obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello”.

·         Trata de descubrir alguna persona cercana que esté necesitada de algo y exprésale tu amor y solidaridad para ir formando en ti el hábito de amar igual que Cristo lo hizo por nosotros.

·         Realiza alguna obra de misericordia: visitar algún enfermo, acompañar a alguna persona en su soledad, donar algún alimento fruto de tu esfuerzo personal, o alguna obra que te ayude a poner en práctica la Palabra del Señor.

COMENTARIO AL EVANGELIO
AS DE REY Y PASTOR (Mt 25, 31-46)

            Al término del año cristiano se nos presenta una solemni­dad de Jesús que en­marca el sentido de este domingo último: Cristo Rey del Universo. Herodes, al comienzo de la vida del Señor, y Pilato al final, cada uno desde sus intere­ses, tuvie­ron miedo de este Jesús Rey. Pero la realeza de Jesús no era una alternativa política-re­ligiosa de nadie, ni traía su persona ninguna subversión con apariencia pia­dosa y aden­tros revolucionarios. Ni Pilato ni Herodes entendieron la realeza de Jesús, y por eso la persiguieron cada uno a su modo. Su realeza, se ha ido presentando y desgranando como un auténtico servicio: rei­nar para servir. Por eso rechazará la propuesta de Satanás en la ten­tación del poderío (Mt 4,8); o se marchará lejos huyendo al monte cuando la gente quería coronarle rey tras la multiplicación de los pones y los peces (Jn 6,15). Jesús se reco­noce rey, pero de otra manera.

            El juicio final del que nos habla este Evangelio, en el cual estarán presentes todas las naciones ante el trono de la gloria del Hijo del Hombre, será precisamente el juicio de quien tanto ha amado a sus ovejas, como admirablemente di­buja Ezequiel en la 1ª lec­tura (Ez 34,11-16). Es la imagen del Buen Pastor que Jesús hará suya después (Jn 10,1-21). ¿Cómo temer el juicio de quien tanto nos amó.

            Pero este juicio misericordioso no sólo tendrá lugar solemnemente al final de los tiempos. Porque la vida nueva consiste en encontrar, y reconocer, y amar al Hijo de Dios para permanecer así en la luz y en la verdad. Esto es lo que nos dice la pa­rábola de este Evangelio desde la estrecha vinculación que el rey-pastor Jesús hace de su persona con cada uno de los hombres, especialmente los más desfavorecidos.

            Por eso hemos de repetir otra vez que debemos vigilar sobre nuestra fe y nues­tra vida cristiana, pero no al modo pagano: “por si acaso viene Dios y nos pilla” (actitud típica de quien sólo revisa y “pone al día” su cristianismo ante determinadas situaciones: boda, primera comunión de los hijos, una operación o cualquier otro peligro de muerte, etc.). Dios no es ese inevitable intruso en nuestra vida, del que se puede prescindir y al que se trata de esquinar. El juicio final está continuamente antici­pado en lo cotidiano de nuestra vida. El cristianismo no puede zanjarse en un curso in­tensivo, habiendo vivido descristiana­mente el resto de la vida. De la misma manera que cuanto decimos y hacemos por Jesús, tiene una verificación también cotidiana en el amor al prójimo: “os aseguro que cuanto hicisteis con uno de esos mis humildes herma­nos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Domingo 34º Tiempo ordinario

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