Todo se arregla mirando a Jesús.
Solamente en el
silencio se puede vivir, pero no en el silencio de palabras y de obras…, no; es
otra cosa muy difícil de explicar… Es el silencio del que quiere mucho, mucho,
y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer… Sólo Dios allá
adentro, muy calladito…, esperando, esperando, no sé…, es muy bueno el Señor.
Pobre alma que
sufres…, ¿buscas descanso? En nada ni nadie lo hallarás… Cállate un poquito,
busca un sitio de tu alma, muy oculto, muy silencioso, y en él pon un poco de
amor a Jesús…, y ya verás; ni penas ni alegrías turbarán tu paz, y aun la
espera se hará dulce… ¡Jesús en tu alma!, ¡qué he de decir yo, pobre
criatura! ¿Por qué he de perderme en vanas palabras, que nada pueden decir?
¡Qué pretensión la mía
al querer hablarte de Él! Y, sin embargo, la tinta no se me acaba y el papel me
parece estrecho y pequeño; fluyen inmensos deseos de llenar el alma de mis
hermanos de paz, de amor a Dios, de alegría; de gritar hasta enloquecer, las maravillas
que encierra la humilde entrega de todo en sus manos, la dulzura de un amor
sin gritos, de un amor que espera; no sé, es mucho lo que deseo, para
poderlo explicar.
Todo, todo se arregla
mirando a Jesús. Todo, todo se ha de acabar menos eso…,
eso que no sé decir…
La Visitación de la Virgen
María – Puntos de oración
Podemos aprovechar la
hermosa meditación del Papa Francisco el 31 de mayo de 2013, al clausurar su
primer mes de mayo como Papa.
“Tres palabras sintetizan la actitud de María:
escucha, decisión, acción. Palabras que indican un camino también
para nosotros ante lo que nos pide el Señor en la vida. Escucha, decisión, acción.
Escucha. ¿De dónde nace el
gesto de María de ir a casa de su pariente Isabel? De una palabra del Ángel de
Dios: «También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez...» (Lc 1,
36). María sabe escuchar a Dios. No es un simple «oír» superficial, sino que es
la «escucha» hecha de atención, acogida, disponibilidad hacia Dios. No es el
modo distraído con el que muchas veces nos ponemos delante del Señor o de los
demás: oímos las palabras, pero no escuchamos de verdad. María está atenta a
Dios, escucha a Dios.
Pero María escucha
también los hechos, es decir, lee los acontecimientos de su vida, está
atenta a la realidad concreta y no se detiene en la superficie, sino que va a
lo profundo, para captar el significado. Su pariente Isabel, que ya es
anciana, espera un hijo: éste es el hecho. Pero María está atenta al
significado, lo sabe captar: «Para Dios nada hay imposible» (Lc 1, 37).
Esto vale también en
nuestra vida: escucha de Dios que nos habla, y escucha también las realidades
cotidianas: atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está a
la puerta de nuestra vida y llama de muchas formas, pone signos en nuestro
camino; nos da la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha
atenta de Dios y escucha igualmente atenta a los acontecimientos de la vida.
Decisión. María no vive
«deprisa», con angustia, pero, como pone de relieve san Lucas, «meditaba todas
estas cosas en su corazón» (Lc 2, 19.51). E incluso en el momento decisivo de
la Anunciación del Ángel, Ella pregunta: «¿Cómo será eso?» (Lc 1, 34). Pero no
se detiene ni siquiera en el momento de la reflexión; da un paso adelante:
decide. No vive deprisa, sino sólo cuando es necesario «va deprisa». María
no se deja arrastrar por los acontecimientos, no evita la fatiga de la decisión.
Y esto se da tanto en la elección fundamental que cambiará su vida: «Heme
aquí, soy la esclava del Señor...» (cf. Lc1, 38), como en las elecciones
más cotidianas, pero ricas también de significado. Me viene a la mente el
episodio de las bodas de Caná (Jn 2, 1-11): también aquí se ve el
realismo, la humanidad, el modo concreto de María, que está atenta a los
hechos, a los problemas; ve y comprende la dificultad de los dos jóvenes
esposos a quienes falta el vino en la fiesta, reflexiona y sabe que Jesús
puede hacer algo, y decide dirigirse al Hijo para que intervenga: «No
tienen vino» . Decide.
En la vida es difícil
tomar decisiones, a menudo tendemos a postergarlas, a dejar que otros decidan
en nuestro lugar, con frecuencia preferimos dejarnos arrastrar por los
acontecimientos, seguir la moda del momento; a veces sabemos lo que debemos
hacer, pero no tenemos la valentía o nos parece demasiado difícil porque
significa ir a contracorriente. María en la Anunciación, en la Visitación, en
las bodas de Caná va a contracorriente, María va a contracorriente; se
pone a la escucha de Dios, reflexiona y trata de comprender la realidad, y
decide abandonarse totalmente a Dios, decide visitar, incluso estando encinta,
a la anciana pariente; decide encomendarse al Hijo con insistencia para salvar
la alegría de la boda.
Acción. María se puso en
camino y «fue de prisa...» (Lc 1, 39). María, a pesar de las dificultades, las
críticas recibidas por su decisión de ponerse en camino, no se detiene ante
nada. Y parte «deprisa». En la oración, ante Dios que habla, al reflexionar y
meditar acerca de los hechos de su vida, María no tiene prisa, no se deja
atrapar por el momento, no se deja arrastrar por los acontecimientos. Pero
cuando tiene claro lo que Dios le pide, lo que debe hacer, no se detiene, no se
demora, sino que va «deprisa». San Ambrosio comenta: «La gracia del
Espíritu Santo no comporta lentitud» (Expos. Evang. sec. Lucam, II, 19: PL 15,
1560). La acción de María es una consecuencia de su obediencia a las palabras
del Ángel, pero unida a la caridad: acude a Isabel para ponerse a su
servicio; y en este salir de su casa, de sí misma, por amor, lleva cuanto tiene
de más valioso: a Jesús; lleva al Hijo.
Algunas veces, también
nosotros nos detenemos a escuchar, a reflexionar sobre lo que debemos hacer,
tal vez tenemos incluso clara la decisión que tenemos que tomar, pero no damos
el paso a la acción. Sobre todo no nos ponemos en juego nosotros mismos
moviéndonos «de prisa» hacia los demás para llevarles nuestra ayuda, nuestra
comprensión, nuestra caridad; para llevar también nosotros, como María, lo
que tenemos de más valioso y que hemos recibido, Jesús y su Evangelio, con
la palabra y sobre todo con el testimonio concreto de nuestro obrar.
María, la mujer de la escucha, de la decisión, de la
acción.
María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros
oídos; que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre las miles de
palabras de este mundo; haz que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos,
a cada persona que encontramos, especialmente a quien es pobre, necesitado,
tiene dificultades.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y
nuestro corazón, para que sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús sin
vacilaciones; danos la valentía de la decisión, de no dejarnos arrastrar para
que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y
nuestros pies se muevan «deprisa» hacia los demás, para llevar la caridad y el
amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo.
Amén”.
¿Qué es la campaña de la Visitación?
MARIA
El 31 de mayo la Virgen
debuta en su papel nuevo, Madre de Dios desde la Anunciación, ahora comienza también
a ser Madre de los hombres con la Visitación. Es la aurora de las
comunicaciones divinas al mundo por María. La plenitud del día será en
Pentecostés, atrayéndonos al Espíritu Santo. La primera santificación, Juan
Bautista, saltando de gozo en el seno de su madre, al recibir por María la
infusión de la vida divina. Y también la primera comunicación del Espíritu
Santo a un alma, Isabel.
Todas las santificaciones,
todas las comunicaciones del Espíritu Santo que vengan después, hasta el último
día de los tiempos, serán también por María.
LA VISITACION
La Visitación de María a Juan
e Isabel no dura unos días. Se prolonga tres meses. Si sólo al entrar en la
casa, produjo esa revolución de alegría en la madre y el hijo, ¡qué no haría a
lo largo de esos meses! Poco a poco, con inefable cariño maternal, va formando
en Juan, con las gracias que le comunica, al futuro Heraldo de Cristo, el
Precursor. Si Juan, con su vida y su palabra, será el mayor entre los santos,
es porque María, le ha preparado durante tres meses.
NOSOTROS
Hoy, el mundo paganizado
necesita de nuevos Precursores, que anuncien con su vida a gentes que no creen
más que en la materia, que Cristo volverá al mundo en el momento de la muerte
de cada uno, en el instante menos pensado, en el Juicio final. Nuevos
precursores que sean «testigos vivientes de lo eterno» (Pio XII), con su vida
ejemplar y alegre, limpia de egoísmo. María es quien los prepara en estos
meses. Quiere hacerlo en cantidades industriales, fabulosas, pues “mucha es la
mies y pocos los operarios” (Lu. 10, 2). Ella, como la Iglesia, de quien es
tipo y figura, llora con Jesús en este verano que es invierno para las almas.
Esos Precursores, esos
Misioneros del Amor, tienen que copiar el veraneo de la Virgen. Olvidarse,
salir de sí para llevar a Jesús a todos. La Virgen no recibe más que para dar.
Ha concebido a su Hijo. No puede permanecer encerrada. Sale de Nazaret. Se
desplaza presurosa a Judea para llevar a Jesús a los que, sin saberlo, lo
esperan y le llaman.
OBJETIVO DE LA CAMPAÑA
Próximo: Que la Virgen se apiade de
la juventud, salvándola de la impureza, la vulgaridad, el egoísmo, para que
caiga en la cuenta de que “es preciso actuar inmediatamente” (Pablo VI), para
que las almas tengan Vida, y la tengan con abundancia.
Remoto: Conquistar para Cristo y la
Virgen el verano pagano que nos envuelve en modas, diversiones...
MEDIOS:
Olvido continuo de uno mismo,
con el dulce nombre de María siempre en el corazón, que se concreta en:
- Quedarse
con lo peor.
- No
quejarse nunca (calor, sed, comida, cansancio, enfermedad, trabajo,
personas que nos rodean...)
- Triunfar
de la pereza, vanidad, inconstancia, en lucha constante contra el ocio
veraniego.
DURACION
Desde el 31 de mayo hasta el 7 de octubre, Santa
María de la Victoria, Virgen del Rosario.