Lectio
divina
Domingo III Adviento. Ciclo B
Jn. 1.6-8. 19-2814 Diciembre 2014
ORACIÓN
INICIAL
Gracias, Señor, por enviarnos mensajeros que abran tus
caminos.
Tú quieres que ahora yo sea tu mensajero y abra otros
caminos.
Ayúdame. Sé Tú mi camino y mi luz.
Enséñame a caminar y conducir a otros hacia Ti,
Camino y Luz verdadera
TEXTO BÍBLICO Jn. 1. 6-8. 19-28
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
Y
este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a que le preguntaran: « ¿Tú quién eres?». Él confesó y no
negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron: « ¿Entonces, qué?
¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». « ¿Eres tú el Profeta?». Respondió:
«No». Y le dijeron: « ¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que
nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Él contestó: «Yo soy la voz que
grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta
Isaías».
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué
bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en
medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que
no soy digno de desatar la correa de la sandalia».
Esto pasaba en Betania, en la otra
orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
LECTURA
El Evangelio de Juan insiste en lo que es fundamental
tanto para nuestra fe como para el sentido de la Navidad: en quien creemos y
a quien esperamos. Esto es lo que da sentido a nuestra fe: JESÚS,
que asumió nuestra naturaleza para redimirnos y reconciliarnos con el Padre,
para tener vida en Él y por Él. Jesús es el sentido y la razón de la Navidad,
fuera de Él o sin Él, la Navidad pasa a ser una fiesta pagana.
Juan Bautista se presenta como: “…el
testigo de la LUZ…”. Insiste en que él no es la luz, sino que viene a
darnos a conocer a Aquel que sí es la Luz del mundo.
Ante esta revelación, le preguntan a
Juan sobre su identidad, pretendiendo saber porqué hacía lo que hacía, y le
interrogan si era él, el Cristo, o Elías, o un profeta, respondiendo siempre
que no; finalmente él se dio a conocer como: “…la voz que clama en el
desierto…” Hace constar que él bautiza con agua, pero que ya estaba en
medio de ellos, Alguien que era mucho mayor que él, a quien él no era
digno de desatarle las correas de sus sandalias.
Para nosotros que nos estamos
preparando para la Navidad, el testimonio de Juan es muy significativo, pues
nos coloca de lleno en la motivación que debemos tener en este tiempo: que
Aquel a quien esperamos no es simplemente uno más entre tantos, sino que es el
esperado de todos los tiempos: el CRISTO, el HIJO DE DIOS vivo y verdadero, que
ha asumido nuestra vida para darnos la vida de Dios.
Juan anunciaba la venida del Señor,
y su testimonio ayudaba a otros a disponerse y prepararse a recibir a Aquel que
les podía dar vida, de igual manera nosotros que creemos y esperamos en el
Señor, debemos ser sus instrumentos para que otros también puedan conocer y
amar al Señor, dándole un espacio en sus vidas.
MEDITACIÓN
Juan es sólo una “voz”
que clama. Conoce sus carencias y sabe que sólo Jesús puede llenarlas. Por eso
es una figura tan importante en el Adviento y puede ayudarnos a vivir este
tiempo de espera ahondando nuestro deseo de que el Señor se haga presente en
medio de nosotros.
·
¿Qué provoca
en ti la figura de Juan, que haya venido a dar testimonio de la luz, a
presentar a Aquel que es la luz? ¿Qué te dice esto? ¿Qué importancia tiene para
ti que te preparas y dispones a celebrar la Navidad?
·
¿Qué
significa hoy, para ti ser “testigo de la luz”? ¿Qué situaciones de oscuridad
quieres iluminar? ¿Cómo?
·
El
testimonio de Juan era elocuente, porque impulsaba a otros a buscar al Señor,
¿y tú? Tú manera de ser y actuar, ¿cuestiona e interpela a los que tienes a tu
lado?, ¿eres signo de contradicción por lo que vives y por tus actitudes? ¿Tú
vida inspira y motiva a otros a buscar al Señor?
·
¿Es
Jesús para ti el Cristo, el Salvador, el Dios hecho hombre? ¿Es la razón y el
sentido de tu Navidad? ¿Cómo te estás preparando?
ORACIÓN
·
El eco
de la alegría por el nacimiento de Jesús resuena en el Magníficat, cántico que
brota de María en su visita a Isabel. Que Ella, la madre de Jesús, te ayude a
interiorizar sus palabras.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador;
porque ha mirado la humillación de
su esclava.
desde ahora me felicitarán todas las
generaciones.
Porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
A los hambrientos los colma de
bienes
y a los ricos los despide vacíos…
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia.
CONTEMPLACIÓN
·
La Navidad es una oportunidad para manifestar en
nuestra familia, grupos a los que pertenecemos, amigos… que la vida solo tiene
sentido si Dios ocupa un lugar en nuestro corazón. ¿Qué puedes hacer para vivir
esta Navidad como una experiencia de Dios en ti y en los que te rodean?
·
Jesús es la luz del mundo y ha venido a darnos
vida con su vida, a luminar nuestra oscuridad y llevarnos al Padre. Ábrele el
corazón, pídele que te ayude a sacar de ti todo lo que te aleja de Él, que te
ilumine con su vida y te llene con su presencia. Déjate iluminar, guiar y
conducir por Él.
·
¡Cristo está cerca! Viene para anunciar la buena
nueva; viene para sanar y liberar, para proclamar un tiempo de gracia y de
salvación para comenzar ya en la noche de Belén, la obra de la redención de
todos y cada uno de los hombres.
·
En este final del Adviento Teresa de Jesús puede
propiciarte el encuentro personal con Jesús y ayudarte a prepararte y
encontrarte con Él. Con ella di a Jesús:
Vuestra soy, para Vos
nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis hacer de mí?
ACCIÓN
·
Repite con frecuencia: “Se alegra mi espíritu en
Dios, mi salvador”.
·
Anima a alguna persona para que llegue al
conocimiento y experiencia de Jesús.
·
Organízate con algún miembro de tu familia o
amigos para llevar consuelo, alimentos… y el mensaje de Jesús a personas que lo
necesiten.
·
Alégrate y trasmite alegría porque el Señor está
cerca.
LA
VERDADERA ALEGRÍA (Jn 1,6-8.19-28)
Hay
un sobrenombre para este tercer domingo de Adviento: “gaudete”, el domingo del
“alegraos”. Hace una semana recordábamos que el Adviento nos debe conducir a un
cambio en nuestra vida cristiana, a un allanar los caminos abajando las
altiveces, enderezando los entuertos, desmantelando las trampas, desarmando los
conflictos... para que el Señor vuelva a entrar de lleno en nuestro quehacer
cotidiano. Pero el Adviento no es un tiempo triste en el que ponemos la
atención en nuestro esfuerzo, como si el Señor viniera “forzado” por nuestra
generosidad o impresionado por nuestra conversión. Él nos pide preparación,
esfuerzo, colaboración... pero su venida es gracia, es don.
Por
eso, la liturgia de este domingo nos viene a recordar que la alegría cristiana
se llama también esperanza, porque la esperanza cristiana genera alegría.
Isaías, entreviendo el día de la llegada del Mesías exclamaba: “desbordo de
gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios” (Is 61,10). El profeta añadirá una
hermosa comparación para comprender su dicha: “como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y
los himnos ante todos los pueblos” (Is 61,11). Este es el anuncio de verdadera
alegría: nuestra tierra no es maldita, nuestros jardines no son marchitos,
porque algo va a suceder que llenará de luz, verdad e inocencia... lo que la
terca realidad tantas veces se empeña en oscurecer y acorralar.
Esa
buena noticia era aquel que todos esperaban, y que el Bautista anunció como
Luz. Vuelve a salir el tema del Adviento como preparación real para una venida
real de Jesucristo a nuestras vidas. Porque sólo quien toma conciencia de sus
oscuridades, puede de verdad esperar a alguien que le traiga la luz. La alegría
de saber que un mundo nuevo empieza cada vez que hacemos hueco en nosotros y
entre nosotros, al Reino de Dios que Jesús nos trajo. Esta es la buena noticia:
vendar los corazones desgarrados, rehabilitar a los cautivos y libertar a los
prisioneros (sean cuales sean los desgarrones, las cautividades y las
prisiones). Dios viene. El año de gracia es proclamado. Se nos invita a brindar
sin chinchines de burbujas efímeras, sino con la alegría honda y duradera, la
que nace de la esperanza del don de una Persona que es nuestra Buena Noticia.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
14 diciembre 2014
Domingo 3º de Adviento
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